La leyenda de Sinuhé

10.06.2020

Otra de las leyendas del pueblo egipcio lo encontramos en la leyenda de Sinuhé, en la cual se nos habla del miedo al juicio y a la sospecha y el ansia de volver al hogar.

Cuenta la leyenda que el faraón Amenemhet fue asesinado por un complot de sus servidores, estando su primogénito y más probable sucesor ausente al estar en el ejército cuando ocurrió su muerte. Ante la muerte del faraón, se enviaron mensajeros en su búsqueda.

Uno de los hombres de confianza del faraón era Sinuhé, el cual no conoció el complot que terminó con la vida de su señor hasta que oyó a uno de los mensajeros contarle las causas de la muerte a uno de los hijos del Amenemhat. Asustado y creyendo que a pesar de no tener nada que ver iba a ser acusado de cómplice, tomó la decisión de huir y marcharse del país.

Sinuhé salió del país y se adentró en el desierto, donde pasó días perdiendo sus energías hasta el punto de desmayarse. Cuando despertó se encontró rodeado de beduinos, los cuales le cuidaron. El rey de estos, Amunenshi, le ofreció quedarse con ellos tras explicar su situación. El rey le ofreció la mano de su hija, con la cual Sinuhé se casó y tuvo hijos, además de tierras. Alcanzó gran riqueza y fama, también alcanzando el rango de general e incluso protagonizando un conflicto con uno de los mejores guerreros de la zona el cual le desafió, consiguiendo vencerle gracias a su gran astucia.

Sin embargo y según iba haciéndose mayor Sinuhé añoraba cada vez más Egipto, rezando a menudo para poder volver y morir allí. En su país de origen reinaba ahora Sesostris I, hijo mayor del faraón asesinado, tras varios años de duras luchas con sus hermanos para obtener y mantener el poder. El nuevo faraón fue informado de la situación del antiguo hombre de confianza de su padre, y le mandó llamar a su presencia indicando que podía volver y que sabía de su inocencia.

Feliz y tras repartir sus bienes entre su prole, Sinuhé volvió a Egipto para ser recibido por el faraón, quien le hizo su consejero y le entregó una casa digna de un príncipe, así como una tumba entre los miembros de la familia real. Sinuhé pasó el resto de su vida a su servicio, pudiendo cumplir su deseo de fallecer en su país natal y con gran honor.

    

Elena Ríos Martín, 4B
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