Geografía
Egipto, un «don del Nilo»
Un determinismo geográfico que explicaba el despotismo del Egipto faraónico y que estaba ya presente en el relato bíblico y en la admiración ante las pirámides. Dicho determinismo tenía sus orígenes en Heródoto, quien visitó Egipto hacia el 450 a.C. Su Aegyptiaca fue durante siglos la principal fuente de información sobre la cultura faraónica, de modo que cuando en los siglos XVIII y XIX los exploradores y «arqueólogos» comenzaron a llegar a Egipto, esperaban hallar una ratificación de lo que había expresado el padre de la historia: que su riqueza agrícola emanó de un Nilo benefactor que permitió el desarrollo de una cultura capaz de construir maravillas bajo un gobierno despótico, que Egipto disponía de una tierra feraz en la que el campesino apenas tuvo que esforzarse por obtener todo aquello que, a los demás, la tierra -y en cierta medida los dioses- les negaba. Así, su afirmación de que Egipto era «un don del Nilo» pareció encontrar una ratificación en las escenas agrícolas que decoran las tumbas, pero las mismas proceden del ámbito funerario, que tiene su propio decoro y finalidad; garantizar el sustento de la persona allí enterrada, sin reflejar la dura realidad de la vida de los campesinos.
La influencia del medio geográfico fue también la principal tesis para explicar el origen y características de las llamadas «sociedades hidráulicas». Para Karl Wittfogel el Estado apareció en regiones áridas para controlar, planificar y explotar los recursos hidráulicos, resultando en una sociedad burocratizada, mientras que para Gordon Childe la relación entre tecnología y la obtención de unos excedentes permitió abastecer a artesanos y funcionarios, facilitando una especialización que requería la existencia de un poder central que regulara la producción y distribución de los productos. Ambas teorías partían de la premisa de un marco geográfico privilegiado que permitió instaurar un Estado regido por un rey despótico que solo pudo construir las pirámides oprimiendo a la población. Sin embargo, varias de sus premisas no son ciertas; la esclavitud -como se entiende en el mundo clásico y en nuestra sociedad- tuvo poca importancia en la sociedad y economía faraónica, el rey no siempre fue considerado un dios y la cultura egipcia no fue hidráulica, ni siquiera contemplaba títulos administrativos relacionados con la existencia de una planificación hidráulica que era realizada a nivel local.
Realidad geográfica
Un medio geográfico, en definitiva, en el que la crecida del Nilo y la orografía del terreno permitían la existencia de extensos espacios pantanosos donde crecían el papiro o el loto, donde vivían variadas especies de aves y mamíferos y donde el Nilo posibilitaba la pesca, además de cobijar a cocodrilos o hipopótamos. Una realidad que los egipcios plasmaron tanto en las pinturas de sus tumbas como en las formas y atributos de muchos de sus dioses; todos ellos vivían y dependían del mismo marco geográfico, y debían colaborar a su preservación ante los peligros que existían más allá del estrecho valle fertilizado anualmente por la crecida del Nilo. Un valle del Nilo formado por grandes lechos de piedra caliza y arenisca; las piedras más utilizadas en sus edificaciones y obras de arte asociadas al ámbito de la realeza o los dioses, mientras que el conjunto de la población dependía del adobe para construir sus casas.
Los desiertos que rodean el valle del Nilo se han considerado como una barrera que ayudó a su aislamiento y protección, razón por la que el antiguo Egipto se ha considerado un oasis cultural. En Mesopotamia el medio geográfico era menos uniforme y convivieron diferentes realidades políticas y sociales, lo que favoreció un pensamiento más especulativo -aunque fuera mitológico- que explicara dichas realidades, así como una convivencia y la necesidad de protegerse, al tiempo que, desde el V milenio, existió un comercio que permitió el tránsito de personas, ideas y tecnología. En contraste, Egipto constituía, aparentemente, un mundo en sí mismo que, ciertamente, debía obtener del exterior productos de los que carecía (madera, metales, especias, aceite...), para lo cual emprendió un esfuerzo logístico importante; pero no mostró especial curiosidad por conocer -o describir- a otros pueblos cuyas costumbres y formas de vida fueran diferentes. Pese a todo, en el Reino Medio, y especialmente en el Reino Nuevo, Egipto se integró en los circuitos comerciales, políticos y diplomáticos del Mediterráneo oriental, y lo cierto es que ya desde tiempos predinásticos el mundo egipcio había mantenido relaciones con el exterior; de modo que, tal y como está poniendo de manifiesto la investigación, tampoco puede entenderse la historia del Egipto faraónico sin conocer y valorar lo que existía y acontecía fuera del valle del Nilo.
